20. TE PIERDO
VISHOUS
Seguimos en
la misma postura durante unos minutos más.
Ninguno de
los dos quiere moverse y yo estoy lidiando con todo lo que me está pasando.
Por mi
cabeza y por mi cuerpo.
Me separo un
poco de él y meto mi cara bajo el chorro de la ducha para poder despejarme y
poder borrar el rastro de lágrimas que me surcan el rostro.
No creí que
estar con el poli pudiera hacerme sentir tanto.
Comienzo a
creer que puede llegar a superarme y temo mi reacción cuando eso ocurra.
Ahora me doy
cuenta de hasta dónde llega mi propia mierda y el hecho de volver a joderla con
él me da miedo.
Tanto o más
que se dé cuenta de que es imposible luchar eternamente por alguien como yo
o... que pasado un tiempo encuentre a alguien con quien realmente se sienta a
gusto sin tener que pelear a cada segundo por alguna demostración de afecto.
Mis manos
comienzan a resbalar por su cuerpo hasta separarme del todo de él y una
pregunta me asalta la mente.
¿Y ahora
qué?
¿Qué se supone
que debo hacer?
No tengo ni
puta idea.
Lo único que
se me ocurre es salir de la ducha y pasarle una toalla.
Se acerca a
mí extendiendo la mano para cogerla con un gesto de dolor.
No tengo que
preguntar dónde le duele.
Sus pasos
son inseguros y mantiene la mirada baja.
Está muerto
de vergüenza.
Como yo.
Se ata la
toalla alrededor de su cuerpo y yo hago lo mismo.
Me tengo que
aclarar la voz para poder hablar.
-Tengo una
habitación aquí con una cama. Deberías tumbarte un rato.
Butch
asiente y me sigue hasta llegar al cuarto, caminando despacio, soltando algún
leve quejido al hacerlo.
Enciendo las
velas con la mente y sólo entonces le oigo hablar.
- ¿Vas a
acostarte conmigo? - me susurra y el tono de su voz deja al descubierto todo el
dolor que ahora mismo tiene en el cuerpo.
- No. Así
podrás descansar mejor. Yo estaré en el salón.
Me doy la
vuelta dejándole de pie en medio de la habitación sin decir una palabra más.
Y justo en
ese momento, sin darme cuenta, es cuando todo comienza a rodar cuesta abajo.
BUTCH
Le oigo
cerrar la puerta al salir y no puedo reprimir el latigazo de dolor que me da
justo en el corazón.
Tendría que
haberse quedado conmigo, en la cama.
Me siento
demasiado expuesto en estos momentos y su presencia me hubiera gustado.
Joder, acaba
de... follarme y me deja aquí solo. Ni siquiera ha preguntado cómo me siento.
Aparto las
sábanas y me meto con mucha dificultad entre ellas.
Cierro los
ojos mientras le oigo trastear por el salón maldito y creo que le oigo hablar
por el móvil, pero no logro alcanzar lo que dice.
No logro
adivinar su actitud.
Todos los
momentos que hemos vivido entre estas paredes parecen no llegarle al corazón, o
quizá sea que yo soy demasiado sentimental y todo esto me ha superado.
Aunque,
¿Cómo por los clavos de Cristo no va a superarme? ¿Acaso no se da cuenta del
alcance de lo acaba de suceder?
Si tuviera
energías juro que saldría por esa puerta y le pegaba un puñetazo en plena cara
por insensible.
Por ser un
bloque de hielo ajeno a cualquier sentimiento humano.
Cierro los
ojos con fuerza intentando explicarme a mí mismo que todo esto es nuevo para él
cuando el recuerdo de cuando todo acabó, vuelve a asaltarme.
El momento
en que sus brazos me envolvieron y apoyó su cara en mi espalda vuelve a mí y un
escalofrío me recorre de nuevo.
En ese
momento le sentí tan cerca de mí... ¿Por qué le dije lo que le dije?
Es bien
sencillo de contestar.
Simplemente
contesté con palabras lo que él me decía sin ellas.
Tan claro
como eso.
Pasa el
tiempo y mi cabeza comienza a dolerme de todo lo que intento analizar a la vez,
cuando el ruido de la puerta me saca de ese pozo.
¿Se ha ido?
¿Ha tenido
los cojones de dejarme aquí solo?
Me siento en
la cama cuando un latigazo de dolor me recorre el cuerpo.
La puta
hostia, como duele, pero el dolor que estoy comenzando a notar en mi corazón lo
supera.
Siento una
presión en el pecho que hace que tenga que doblarme para poder respirar
mientras los ojos comienzan a escocerme.
Jamás lloro.
He aprendido
a tragarme el llanto desde hace demasiado tiempo pero juro que ahora mismo he
de luchar con todas mis fuerzas por contenerme.
No puedo
creer, me niego a creer que este mamón haya tenido los santos cojones de irse y
deja...
La puerta se
abre de golpe, interrumpiendo mi sermón con V llevando en la palma de la mano
una caja de pizza.
Entra y en
un segundo pasa su mirada por mí, seguramente haciéndome un estudio anatómico a
distancia.
Se acerca
hasta la cama y se sienta al borde, a mi lado, dejando la pizza encima de las
sábanas.
-Pensé que
tal vez tendrías hambre. Aquí no tengo comida pero gracias a Dios, vivimos en
la ciudad que nunca duerme.
Mi cara
demuestra lo atónito que me he quedado y mi corazón late tan rápido que bien
podría abrirme un boquete en el pecho.
No logro
articular más que unas pocas palabras.
Y como
siempre son las que estoy pensando en ese momento.
-Pensé que
te habías ido. Oí la puerta y...
-Sólo estaba
abriendo al repartidor. Sólo eso.
Con pulso
inseguro abro la caja de pizza y bien podía llorar en este instante.
Y ni si quiera
sabría la razón.
La miro y
cojo una de las porciones.
VISHOUS
Entro en la
habitación y mis ojos se van disparados hasta él.
Está sentado
en la cama y su cara podría reflejar que le han dicho que se ha muerto su madre
o algo de la misma magnitud.
Repaso su
cuerpo de una sola mirada y me siento a su lado en la cama, dejando la pizza a
su lado.
-Pensé que
tal vez tendrías hambre. Aquí no tengo comida pero gracias a Dios, vivimos en
la ciudad que nunca duerme.
Me mira con
esos ojos tristes y lo que me dice me duele.
Yo intento
explicarme lo mejor que puedo.
- Sólo
estaba abriendo al repartidor. Sólo eso.
Joder, pensó
que me había largado y no puedo culparle por ello.
Sería un
acto normal en mí pero no con él.
No ahora.
Su mano un
tanto insegura abre la caja y coge una porción.
Me siento un
tanto defraudado pues hubiera querido ser yo quién se la diera.
Querría
verlo comer de mi mano.
Alza la
porción de pizza y en vez de llevársela a la boca, me la ofrece a mí y yo ante
gesto me quedo sin palabras.
Mi corazón se
ha parado y la sangre de mis venas ha dejado de circular.
Quiere
alimentarme de su mano.
Y él sabe lo
que significa para mí.
Para mi
raza.
Trago saliva
que no me queda y abro la boca despacio, notando como mis colmillos se alargan
y muerdo un trozo.
Tan sólo es
pizza.
Nada más que
comida precocinada y sin embargo a mí me parece estar comiendo un trozo de
cielo.
Degusto el
sabor de mi boca y aunque he sido yo quién la ha pedido, no tengo ni idea de
qué es.
Mastico con
cuidado y no logro separar mis ojos de los de él.
Se ha
acordado de lo que le dije y con este gesto quiere honrarme.
A mí.
A un pobre
vampiro destrozado que no es capaz de encontrar un sitio en el mundo que no sea
otro que donde él esté.
Saboreo lo
que mi compañero me ofrece y quiero hacer lo mismo con él, pero como callado
trozo tras trozo, pensando que es importante para él en esta situación,
mostrarse un poco masculino hacia mí.
Cuando llevo
ya comida media pizza, no puedo resistirme más y logro encontrar otro trozo a
tientas, sin separar los ojos de los suyos y le veo comer lo que le ofrezco,
con una pequeña sonrisa en sus labios mientras comemos en silencio lo que uno
le ofrece al otro, con mi olor llenado la habitación.
Cuando la
terminamos nos quedamos en silencio.
Yo no quiero
silencios ahora.
Necesito
llenarlo con palabras.
-¿Quieres
más pizza?
Butch niega
con la cabeza y tira la caja al suelo.
-Pizza no...
Me coge del
cuello y me acerca a su boca, besándome fuerte, muerto de ganas.
Como si
hiciera un siglo que no lo hace.
Luego se
separa de mi boca y acariciándome la nuca, apoya su frente contra la mía
cerrando los ojos.
-No vuelvas
a hacerlo. No vuelvas a dejarme solo después de... estar conmigo. Me he
sentido... joder, no vuelvas a hacerlo.
Y logro
entender esta reacción.
Tal vez no fue
buena idea que le dejara solo, tal vez debí quedarme aquí con él para... yo qué
sé... para la mierda que se haga en estos casos.
Pero si
quería que me quedara ¿Por qué coño no me lo dijo?
No es que yo
sea un puto adivino... bueno, sí, lo soy en algunos casos, pero joder, un poco
de ayuda a veces... ayuda.
Me dejo de
chorradas y le tumbo de nuevo con el peso de mi cuerpo y se separa de mi boca
soltando un grito de puro dolor.
Vale, se
puede decir que soy como un elefante en una cacharrería.
Me levanto
de un salto mientras su gesto de dolor todavía cruza su cara.
-Joder...
mierda... lo siento.
Le quito la
sábana que le cubre.
-Deja que te
vea.
Coge en un
puño las sábanas intentando volver a cubrirse, sin conseguirlo.
-Ya, claro.
En eso mismo estaba pensando yo. Déjalo estar. Ya estoy bastante avergonzado
como para rematarlo con un examen sobre el terreno.
Me pongo
serio.
Me va a
dejar ver el estropicio que le he hecho por las buenas o por las malas.
-No voy a
ver nada que no haya visto antes y no voy a tocar nada nuevo. Déjame. Verlo.
Le toco la
rodilla y paso mi mano por su muslo, acariciándolo por su lado interno, bajando
suavemente hasta sus testículos y más abajo.
Ante el
contacto de mi mano en su pierna va abriéndolas poco a poco mientras pone uno
de sus brazos encima de su cara, muerto de vergüenza.
La punta de
mis dedos llega hasta la zona dolorida y noto humedad.
Miro y los
veo manchados de sangre.
-Mecagoenlaputa...
joder, estás sangrando.
Butch se
encoge de hombros todavía ocultando su cara.
-No es nada
grave. No voy a morirme.
-Date la
vuelta - Le gruño un poco bajito.
Ahora sí que
se atreve a mirarme.
-¿Para qué?
Resoplo con
fuerza.
Será
desconfiado.
-Voy a
tratar de aliviarte un poco. Date la puta vuelta y déjame hacer.
Me sigue
mirando no muy conforme pero al final termina por volverse en medio de quejidos
que no puede callar.
Se queda
tendido y yo me tumbo tras él, abriéndole algo las piernas para acomodar mi
cuerpo entre ellas.
Le acaricio
los redondos glúteos con cuidado y se los separo con más cuidado todavía.
Y ahí está.
La marca de
su virginidad perdida... conmigo.
En este
momento me inunda un fuego interno.
Un
sentimiento que no puedo definir se aloja en mi alma y hago lo que todo macho
vampiro hace con su compañera después de perder su virginidad con él.
Me inclino y
paso mi lengua despacio, limpiando cualquier rastro de sangre que pueda quedar
e intento aliviarlo a la vez.
Una antigua
tradición sagrada de respeto hacia la persona que te ha obsequiado con lo más
íntimo de su cuerpo.
Su primera
vez.
Quién me iba
a decir a mí que podría llegar a emocionarme tales cosas.
Paso la
lengua con todo el cuidado del mundo, intentando sanar con mi saliva el
estropicio que le he hecho.
Calmarlo
sólo un poco.
Sus gemidos,
al principio de dolor, se tornan poco a poco de puro deseo, gracias a mi toque
que le cura.
Sigo pasando
mi lengua por su piel, ahora más fuerte que antes, haciendo que sienta
perfectamente lo que le hago y con qué.
Le aprieto
la cintura con mis manos y hundo mi cara en él, haciendo que mi lengua le roce
los testículos desde atrás.
Cuando lo
nota, un gemido del todo masculino se escapa de su boca.
Sé lo que
quiere y por mi vida que voy a dárselo.
No podrá
andar en una semana pero no me cabe duda de que estará feliz.
Me
desabrocho el pantalón y me lo bajo a tirones hasta quedar enredados en mis
muslos.
Me apoyo en
el colchón y voy subiendo por su cuerpo hasta que mi polla roza su trasero.
Butch al
notarlo, se tensa.
-No. Así no.
Me enderezo
al momento, sentándome sin comprender.
-Lo siento,
pensé...
-Me refiero
a que no quiero hacerlo así. Levántate y quítate de encima.
Me aparto y
me quedo sentado en la cama, sintiéndome un poco ridículo con los pantalones
enrollados por los muslos.
Se da la
vuelta, quedando boca arriba.
-Ven aquí -
me dice mientras alarga los brazos hacia mí.
Me deshago
de los pantalones, tirándolos al suelo mientras me voy hacia él.
Me besa en
los labios y lo que me dice me deja un tanto descolocado.
-Quiero
hacerlo así. Cara a cara.
Nunca, jamás
en mi vida he tenido sexo así.
Ni con
hombres, ni con mujeres.
Es una
posición demasiado íntima, demasiado cercana y me siento vulnerable.
No sé si
seré capaz de hacerlo de este modo.
Me besa
despacio, con la boca muy abierta y enredando su lengua con la mía.
La chupa y
la mete entera en su boca para después sacarla. Así una y otra vez mientras
comienza un suave baile con sus caderas, haciendo que nuestras pollas se
sientan la una a la otra.
Mete sus
dedos entre mi pelo, tirando de él, haciéndome daño y yo gimo en su boca
cerrando fuerte los ojos.
Esto es
hacer el amor, aún incluso más cercano que en la ducha.
Baja con una
de sus manos hasta mi polla y la acaricia, subiendo y bajando.
El muy
cabrón aprende rápido.
Se me escapa
un gemido que se pierde en su boca.
Mis brazos están
tensos a ambos lados de su cuerpo, intentando no aplastarlo con todo el peso de
mi cuerpo y esta postura hace que esté todavía más indefenso ante él, puesto
que sólo él puede tocar y yo me limito a seguirlo.
Yo no
controlo en absoluto y recuerdos lejanos vuelven a mi cabeza, recordándome qué
pasa cuando yo no tengo el mando.
No importa,
sólo siéntelo.
No puedo.
Esto es lo
que querías. Él está a tu lado. No lo estropees.
Lo intento
pero... no sé si podré.
Guía mi
polla hasta su entrada, subiendo un poco el trasero para que yo pueda tener más
ángulo.
-Hazme el
amor, V... házmelo como jamás lo has hecho.
Me sigue
besando, pasando sus manos por mi cuerpo, acariciando mi culo, apretándolo
contra él con fuerza mientras siento su respiración en mi oreja y a mí todo
comienza a darme vueltas.
Me comienzo
a marear.
No puedo.
No de esta
manera.
Esto se está
desbordando, no para de susurrarme mientras lo siento pegado a mí en cada
centímetro de mi cuerpo y noto como gruesas gotas de sudor bajan de mi sien,
cayendo en él y, recorriéndome un escalofrío por el cuerpo, me aparto de él.
Mi
respiración está descontrolada y mi erección se ha bajado de golpe, cayendo
como muerta entre mis muslos.
Ni siquiera
sé si podré articular alguna palabra.
Le miro con
los ojos brillando, resoplando como un caballo y me bajo de la cama de un
salto.
Me pongo los
pantalones de espaldas a él y me los visto a tirones.
Sólo cuando
los tengo abrochados me atrevo a mirarlo.
Está sentado
en la cama, mirándome con los ojos como platos.
-¿Qué te
pasa, V? - me dice en un susurro ronco.
Me paso las
manos por el pelo, tirando de él, intentando comprender eso mismo.
Qué me pasa.
Me doy la
vuelta, tapando la cara con las manos.
-No puedo...
no... - suelto un suspiro y mi cuerpo cae en el suelo, quedándome sentado en el
suelo.
Le oigo
salir de la cama y sus pies descalzos se detienen ante mí.
Se arrodilla
a mi lado y me abraza, envolviendo mi cabeza entre sus brazos, posando su
mejilla sobre ella.
-Tranquilo,
nadie dijo que esto fuera a ser fácil.
Me besa el
pelo y a mí todo esto se me derrumba encima.
-No soy
normal... Butch... no soy...
-Lo eres, V.
Sólo tienes que acostumbrarte. Yo te cuidaré.
Valeee...
puedo notar como mi cerebro cortocircuita con esas palabras y mi lado dominante
sale como un huracán.
Le aparto de
un empujón haciendo que caiga al suelo.
Le miro ahí
tirado en el suelo y se me rompe el corazón.
¿Por qué
tengo que ser así?
¿Por qué me
sale sólo ira de dentro?
Me levanto y
le doy la espalda.
- No vuelvas
a hacerlo, no vuelvas a tratarme como si fuera débil, porque no soy así. ¿Sabes
lo que les pasa a los débiles? se les folla en público y luego los dejan
tirados en el suelo para que los demás les escupan en la cara y les den patadas
hasta que pierden el sentido. Yo jamás he sido débil y tú no vas a lograr que
lo sea.
Butch se
queda sentado en el suelo, mirándome asombrado sin entender qué está pasando y
su cara me recuerda al macho que violé en el campamento delante de todos los
guerreros.
-Deja de
mirarme de ese modo... ¡Qué dejes de hacerlo, joder! ¿Acaso no me oyes?
Butch se
pasa una mano por la cara y baja la mirada.
-No te
entiendo. Que el diablo se lleve mi alma si algún día logro hacerlo.
Se levanta y
comienza a vestirse a tirones.
-No voy a
preguntarte nada, no quiero saber por qué mierda te empeñas en alejarme cada
vez que conseguimos avanzar un paso. Me voy a casa. Me llevo el coche. Tú...
haz lo que quieras.
Sale de la
habitación dando un portazo y yo me quedo sentado en el suelo, mirando al
frente.
BUTCH
Me dirijo
hasta donde ha dejado su cazadora para buscar las llaves.
En uno de
sus bolsillos encuentro una pequeña bolsa de terciopelo negro y antes de darme
cuenta, la abro.
Mi crucifijo
cae en mi mano y me quedo mirándolo en silencio. Antes de perder el valor, me
dirijo de nuevo a la habitación.
V sigue en
la misma postura, mirando fijamente a la pared y yo dejo caer la cruz agarrando
la cadena entre mis dedos.
-explícame
esto.
V tarda en
moverse y cuando su mirada queda fija en ella, suspira.
-Me la quedé
cuando te... ya sabes, iba a devolvértela hoy.
Me arrodillo
frente a él, mirándolo.
-¿En serio?
¿Y se puede saber por qué precisamente ibas a devolvérmela hoy?
Se encoje de
hombros.
-La cogí de
mi cuarto cuando te traje aquí y... bueno, es tuya.
-Querrás
decir cuando me trajiste aquí para que lo nuestro se rompiera ¿No? era lo que
tenías en mente. Es gracioso cómo se resuelven las cosas.
La tiro en
el suelo, a sus pies.
Ambos nos
quedamos mirándola y puedo jurar que los dos estamos pensando justo lo mismo.
Lo que le
dije respecto a ella.
Que sería el
regalo que le haría a mi esposa.
Aparto mi
mirada de ella y le miro a él.
-Es tuya.
Creo que ha quedado bien claro, al menos por mi parte.
A él se le
corta la respiración, pero logra hablar.
- Yo... no
sé...
- Me importa
una mierda lo que sepas o no. Es tuya. Si no la quieres, véndela, fúndela para
hacerte cualquier chorrada o regálala. Eso ya es asunto tuyo.
Vuelve la
cabeza y me mira mientras la coge entre sus dedos.
-No creo que
tenga derecho a quedármela, tal y como están las cosas ahora mismo.
-Vete a la
mierda, V. Yo... yo ya no sé qué más hacer contigo.
V se levanta
cuando yo ya estoy dando media vuelta y me agarra del brazo.
-Vale. Es
mía... pero quiero que seas tú quién la lleve.
Se acerca a
mí mientras me pasa la cadena por la cabeza para ponérmela.
Coge la cruz
y la besa, volviendo a colocarla en mi pecho.
-Esta cruz
te protegerá. Quiero que siempre la lleves encima.
La toco con
las puntas de mis dedos.
-Como
quieras - le digo - la llevaré siempre conmigo.
Nos quedamos
mirándonos y todo lo ocurrido flota sobre nosotros como una tempestad pero
ninguno dice nada.
Un suspiro
de frustración sale de mi boca sin poder evitarlo.
-Te veo en
el pit. Ahora necesito estar solo. Yo... yo necesito pensar.
*****
Cuando llego
a la mansión todavía es noche cerrada y al entrar, veo que V todavía no ha
llegado.
Agarro una
botella de whisky y me dejo caer pesadamente en el sillón. Un dolor agudo al
hacerlo me recuerda lo que acaba de pasar y dando un largo trago directamente
de la botella, me obligo a mi mismo a dejar mi mente vacía. Sólo el sabor del
whisky y el ardor bajando por mi garganta.
Sólo eso.
Nada más que
eso.
Quiero
borrar por unos minutos a Vishous de mi mente pero una pregunta se cuela en mi
cabeza. ¿Podremos salir los dos cuerdos de todo esto?
Al menos yo,
no creo que pueda.
Pasa el
tiempo y V no aparece.
Mi mente
comienza a nublarse por el alcohol y cuando decido que es mejor tumbarme un
rato en la cama me doy cuenta de lo borracho que estoy.
Todo lo que
está pasando entre V y yo me está pasando factura de una manera que jamás logré
imaginar.
Todo es
dolor, inseguridad e ira con él.
Un momento
de tranquilidad y al momento todo se desmorona como si sólo fuese fruto de mi
imaginación y no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo aguantaré esta
situación.
No puedo
luchar yo solo toda mi vida por sustentar algo que parece estar predestinado
a... acabar mal.
Como si
estuviera viviendo una de esas historias irlandesas que mi madre solía contar a
mis hermanos.
Y las
historias irlandesas nunca tienen un final feliz.
Voy dando
tumbos hasta llegar a mi cuarto, dejando la puerta abierta, invitándolo a que
entre en ella cuando llegue.
Apago la luz
y a los pocos minutos oigo la puerta cerrarse y la silueta de V aparece en el
umbral.
Se queda
parado ante ella.
Tuerce la
cabeza y mira hacia dentro.
Por favor,
entra y duerme conmigo. Quédate conmigo. Digo mentalmente una y otra vez.
V se pasa
una mano por el pelo, niega con la cabeza y soltando un suspiro pasa de largo.
Yo ya no
puedo hacer más.
No puedo
encontrar en mi cuerpo ni siquiera una gota de fuerza que me ayude a seguir luchando.
Mi momento
ha pasado.
Ahora
comienza el suyo.
VISHOUS
Al llegar al
pit todo está en silencio.
Paso al lado
del cuarto del poli y la puerta está abierta.
Me quedo
mirando hacia dentro y lo único que veo es su silueta en la cama, durmiendo.
Algo dentro
de mí me dice que entre, me desnude y me acueste a su lado.
Lo que
cualquier macho haría al ver a su pareja.
Me agolpan
mil sentimientos a la vez entre lo que quiero y lo que no debo hacer y como
siempre gana lo que no debo hacer, así que comienzo a andar de nuevo pero en
vez de irme a mi cuarto, me siento delante de los ordenadores y comienzo a
rastrear al poli y sus orígenes para intentar despejar mi mente de todo lo
demás.
Voy
generación tras generación y no veo nada raro, ni aquí ni en el viejo continente.
El cenicero
comienza a acumularse de colillas y de vez en cuando mis ojos se van hasta la
puerta donde está el poli.
Solo.
En su cama.
Golpeo con
fuerza la mesa e intento concentrarme de nuevo en lo que estoy haciendo.
Los padres
de Butch.
En concreto, su madre.
Ahora está
enferma y vive ingresada en una residencia.
Pero hace
años, antes de que Butch naciera, trabajó en un hospital de enfermera y echando
cuentas veo que abandonó dicho trabajo en la misma fecha en que se quedó
embarazada del poli. ¿Tal vez un romance fuera del matrimonio con un compañero
del hospital? pudiera ser y también pudiera ser que su marido se enterara por
algún motivo y esa fuera la razón de las palizas que recibía el poli.
En este
momento decido que mañana por la noche voy a hacerle una visita a su madre. Es
la única manera de saber si algo de todo esto tiene una razón de ser o no,
porque todo este asunto está cogido por los pelos, de la primera palabra a la
última pero de algo estoy seguro.
Su sangre.
El sabor de
su sangre no me ha engañado.
Y eso me
hace continuar.
Tal vez una
regresión ancestral estaría bien aunque si la hace podría acabar muerto o como
un vegetal y entonces ¿Qué sería de mí?
Los ojos me
escuecen de estar pegado tanto tiempo en el ordenador y me dispongo a hacer un
poco de café cuando las persianas se vuelven a abrir.
Joder, ¿He
estado todo el día pegado al ordenador sin haberme enterado? Parece que sí.
Llego a la
cocina sin desviar ni una sola vez la mirada del suelo, intentando que la muy
perra no se vaya hacia el cuarto del poli.
Cuando estoy
haciendo el café, la voz de Butch hace que dé un respingo.
-Buenos días
- me dice con voz todavía somnolienta y me vuelvo para mirarle.
Los ojos
rojos me dicen que ha estado agarrado a la botella antes de que yo llegara y
que no ha pegado ojo en toda la noche. No me sorprende.
Es una
reacción normal que sufren los que están a mí alrededor.
Hay que
intentar olvidar mi presencia de cualquier modo.
Me quedo
quieto, mirándolo, muriéndome de ganas por ir hasta él y besarlo en los labios,
preguntarle si la falta de sueño es por esas malditas pesadillas o sólo por mí
y disculparme por ser un pobre hijoputa que no tiene ni puta idea de cómo
tratar todo esto.
-Hola...
Nos quedamos
los dos frente a frente sin saber qué decir o qué hacer.
Él mirándose
los pies mientras se pasa una mano por el pelo y yo con la cafetera en una mano
y la taza en la otra.
-¿Quieres
café? - le digo mientras le echo una buena taza de café negro.
-Gracias.
Necesito algo fuerte.
Coge a taza
y se da media vuelta, dejándome solo en la cocina.
Ha tirado la
toalla.
Lo sé.
Y aún
sabiendo que es normal que lo haga, siento un puñal clavándose en mi pecho muy
poco a poco.
Tendría que
pelear por él, pero no sé cómo hacerlo sin terminar loco o jodiéndolo todo
todavía más.
Al cabo de
un momento, le oigo gritar, llamándome.
-¡V, ven
aquí! ¡En este puto momento!
Dejo la
cafetera y salgo caminando despacio.
Le encuentro
frente a los ordenadores y me mira con cara de querer partirme la cara a
hostias.
Vaya, lo ha
visto.
Señala hacia
la pantalla mientras deja la taza encima de la mesa.
-Vas a
decirme ahora mismo que cojones significa todo esto ¿Me estás investigando a mí
y a mi familia? ¿Hasta dónde quieres llegar con todo esto?
Me acerco
hasta la mesa y retiro su taza de encima de la mesa, cogiéndola entre mis
manos.
-Hay algo
que no te he comentado. Quería tener algo más preciso antes de hacerlo, pero
bueno, supongo que este momento es igual de bueno que cualquier otro.
-Empieza a
cantar, capullo.
Respiro
fuerte y me tiro de cabeza.
Que sea lo
que Dios quiera.
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