4.TE ESPIO
·
VISHOUS
Miro al policía y algo dentro de mí se rompe cuando dice
que está solo, que no tiene a nadie.
Su tono es triste, desolado.
Tiene la mirada baja y los hombros encogidos, como si le
diera vergüenza haber admitido eso. Si yo fuera una persona normal intentaría
animarlo, o consolarlo, o la mierda que sea que haga la gente normal cuando ve
a alguien hundido en su propia miseria.
Pero no lo soy.
No tengo ni puta idea de lo que tengo que hacer, así que
no hago nada.
Me quedo parado delante de él mirándolo, intentando
descifrar el enigma que es este hombre para mí, todo lo que puede llegar a
importarme si su camino sigue pegado al mío.
Tras unos minutos, ambos en silencio, sin movernos, me
decido a hablar.
-Deberías ducharte y cambiar esa camiseta. Está llena de
sangre.
El policía se mira las manos ensangrentadas y asiente
despacio levantándose.
-Te traeré una de las mías para que puedas cambiarte.
Siéntete como en tu propia casa.
Salgo de la habitación y me dirijo a la mía.
Abro el armario y cojo una de mis camisetas negras de
manga corta y me dirijo de vuelta a la suya. Su ropa está a los pies de la
cama, menos la camiseta que está arrugada en el suelo. Dejo la mía con el resto
de su ropa y recojo la que está en el suelo mientras oigo el agua correr en el
baño.
La puerta está entreabierta y cierro los ojos con fuerza
mientras estrujo su camiseta entre mis manos.
No debo mirar, no puedo mirar.
Si me queda algo de decencia, no debería hacerlo, pero
mientras estoy discutiendo conmigo mismo, mis piernas ya se dirigen solas a su
destino.
Bueno, al fin y al cabo ¿Cuándo he tenido yo decencia
para que me quede algo de ella? Me digo mientras llego a la puerta.
Con dos dedos empujo un poco más la puerta.
Y allí está. Bajo el chorro de humeante agua.
Mis ojos recorren milímetro a milímetro el cuerpo del
policía.
Está con la cabeza echada hacia atrás con el agua
cayéndole en la cara, mientras sus manos recorren lentamente su torso
lentamente, sin prisas. La espuma acaricia su cuerpo mientras una de sus manos
desciende desde el pecho hasta el ombligo y luego más abajo, recorriendo el
rastro de vello que une el ombligo con su entrepierna.
Sus movimientos son lentos mientras va pasando sus manos
por todo el cuerpo. Levanta el brazo hasta la pequeña estantería que hay a un
lado de la ducha, pone un poco de champú en su mano y lo extiende por su pelo
aplastado por el agua. El rastro de sangre que tenía en las manos y el pecho,
tiñe algo la espuma que se escurre por su cuerpo hasta desaparecer por el
desagüe.
Dios, ¿se puede ser más enfermizo de lo que yo estoy
siendo ahora? Puede ser, pues mi mente ya está regalándome imágenes de los dos
bajo ese chorro.
No debo pensar esas cosas, no debo hacerme ilusiones
sobre él y a la vez tengo miedo de que lo único que buscara cuando quise que lo
trajeran conmigo fuera sólo deseo; un deseo por alguien que nunca conseguiré
tener, porque soy basura, maligno, un ser destrozado que sólo puede pasar su
existencia solo, sin nadie a su lado.
Se da la vuelta para que el chorro le pegue directamente
en la espalda mientras pasa sus manos por la cara y suelta un débil gemido al
echar la cabeza hacia atrás para quitarse la espuma del pelo. Al girarse me
muestra una bella vista de su cuerpo. Su polla cae ancha y larga entre sus
piernas, sus pectorales bien definidos, sus anchos hombros moviéndose para
descargar tensión... y en ese momento mis colmillos comienzan a alargarse.
Me doy miedo a mí mismo y tengo que alejarme unos pasos.
Cierro los ojos al instante y me apoyo en la pared, al lado de la puerta. Mis
colmillos se han alargado completamente y mi mano está resplandeciendo bajo el
guante al igual que mis ojos, que deben alumbrar como unos faros con las
antiniebla puestas. Debo irme de aquí e intentar calmarme antes de volver a
hablar con él.
Me alejo a grandes zancadas hasta salir de allí y llegar
a mi habitación.
Mis manos tiemblan descontroladas y al bajar la vista, me
doy cuenta de que todavía sigo con su camiseta en mis manos.
Por un momento me siento tentado a tirarla pero nooo...
mi mente enferma me dice que la guarde como el tesoro que es, o que puede
llegar a ser para mí. Levanto la almohada y la coloco debajo, pasando mis manos
sobre ella para quitarle las arrugas.
El ruido de la ducha ha cesado y no necesito tener rayos
X para saber qué está haciendo; seguro que en este momento se está secando la
piel brillante por el agua, despacio, del mismo modo en que se estaba duchando;
pasando suavemente la toalla por su pecho, su vientre, su polla.
Me tiro del pelo de las sienes con fuerza a ver si así se
me escapan todas y cada una de las escenas que pasan por mi cabeza. Soy un
maldito bastardo por haber hecho lo que hice.
A partir de ahora tendré que separarme un poco de él.
Por su bien y el mío.
Salgo del cuarto y me siento en el sofá, encendiendo la
tele.
En la pantalla aparece el último partido de los Sox que
tenía grabado. Esto me vendrá de perlas para distraerme.
El tiempo pasa y el policía no sale del cuarto, por un
momento estoy tentado a llamarle para que me acompañe pero la descarto al
momento. Seguramente no se encuentra cómodo a mi lado y no puedo culparle por
ello, así que, si prefiere quedarse en su cuarto, no voy a ser yo el que le
obligue a salir.
Como si me leyera el pensamiento, al segundo sale de la
habitación, vestido con la camiseta que le dejé.
Le queda algo
amplia y se nota que está un poco cohibido. Está con las manos en los bolsillos
de los vaqueros y con la mirada baja, se acerca despacio hasta donde estoy.
-Gracias... por la camiseta - dice acariciando el frente
con una mano sin levantar del todo la vista hacia mí.
-De nada Bryan. Es lo mínimo que podía hacer.
Se rasca la cabeza y noto cómo empieza a sonrojarse.
-Oye... mi nombre es Bryan pero... sólo mi madre me llama
así. Para todos los demás soy Butch así que... bueno... llámame Butch ¿Vale?
Sonrío asintiendo con la cabeza.
-De acuerdo Butch. Por cierto, ahora me doy cuenta de que
yo no te he dicho mi nombre. Por si te interesa es Vishous, pero todo el mundo
me llama sólo V.
Él también sonríe y su cabeza señala hacia el televisor.
-Vaya maquinón que tienes ahí. Alta tecnología. No hay
mejor manera de ver a los Sox.
Asiento orgulloso porque le guste.
-¿Eres fan de los Sox?
-¿Bromeas? soy nacido y criado en el sur. He sido
aficionado desde que tengo uso de razón.
Le miro sonriendo mientras golpeo el asiento libre que
hay junto a mí.
-Pues siéntate y disfruta ¿Te apetece algo de beber? esto
se ve mucho mejor con un vaso en la mano.
El poli se sienta a mi lado, casi encima del brazo del
sofá, intentando que haya algo de espacio entre él y yo.
-Bueno, si me ofreces un trago de Lag, no te diría que
no, aunque si te soy sincero, me comería un jabalí de acompañamiento. Estoy
muerto de hambre.
-Aquí no tengo de esa mierda que bebes, pero lo soluciono
con una llamada ¿Lo del jabalí iba en serio o te vale otra cosa?
Suelta una risotada y se remueve el pelo húmedo.
-Cualquier cosa que tengas me vendrá bien.
BUTCH
El vampiro hace una llamada y pide comida como para una
boda y dos botellas de Lagavulin para mí. Dice que se la dejen en una bandeja
en la puerta y al cabo de unos minutos está todo encima de la mesa. Parece ser
que esto es su rincón privado pero pertenece a una casa más grande. El tío debe
estar podrido de dinero; sólo hay que fijarse en la mesa llena de ordenadores,
la tele HD, los cubiertos de plata...
Dispone todo en la mesa y me sirve un trago. Me da la
sensación de que disfruta colocando toda la comida para mí, como si le gustase
el papel de anfitrión.
Comienzo a comer de todo y sin ninguna ceremonia porque
las tripas me rujen como un león. Sólo después de un rato me doy cuenta de que
él no está comiendo, sigue mirando el partido en silencio aunque no puede
evitar echarme una mirada de vez en cuando con aprobación.
-¿Tú no comes?
Niega con la cabeza mientras le da un trago al vaso de
vodka que tiene en la mano.
-Es todo para ti.
-Vaya, gracias... pero tú comes ¿Verdad? quiero decir...
comida.
-Sí, lo hago, aunque no es lo único de mi dieta - tuerce
un poco la boca en una sonrisa un poco falsa - la complemento con cosas más
sabrosas.
Me quedo quieto con un trozo de pizza a medio camino de
mi boca.
-¿Te refieres a la sangre? es decir ¿Matas humanos para
alimentarte?
Se queda serio y por un segundo sus ojos van hacia mi
cuello, pero aparta la vista enseguida.
-Sólo nos alimentamos de nuestras mujeres. La sangre
humana no me gusta. Es demasiado débil para que me interese.
Muy bien.
Claro.
Bien.
En pocas palabras ha dicho que mi sangre no es lo
suficiente buena para él. ¿Y eso por qué maldita sea, me cabrea como el
demonio?
Dejo la pizza otra vez en el plato.
-Entonces... ¿Tienes esposa?
-¡Por la Virgen, no! me refiero a que nos alimentamos de
mujeres de nuestra especie ¿Acaso tengo pinta de macho enamorado?
Paseo la vista por su cara y luego por la habitación.
La mitad de la sala está ocupada por una mesa de
futbolín, con vasos medio vacíos en los bordes, hay un montón de libros y
sports illustrated tiradas por todos lados, el cenicero que tiene al lado de
los ordenadores rebosa colillas.
Todo muy masculino.
-No, creo que no tienes a nadie que te mangonee.
Se ríe y al hacerlo me da una panorámica perfecta de sus
colmillos, ahora retraídos. Sigue con los ojos pegados a la tele y aprovecho
ese momento para mirarle con más detenimiento. Sus facciones están ahora
relajadas, sus labios no están apretados y al mirarlo veo que es un tío
bastante apuesto.
¡Oh, bueno! ¿De veras he dicho esa palabra?
¿Apuesto?
Sigo mirando su
perfil duro, sus ojos ahora concentrados en el partido y los extraños símbolos
que lo enmarcan, su perilla con los labios ligeramente abiertos mientras toma
un trago y el movimiento de su nuez al tragar. Intento por todos los medios
centrarme en el partido pero lo veo francamente imposible y todas las preguntas
que antes no quisieron salir, se agolpan ahora en mi garganta ¿Cuánto vivirán?
¿Tendrán poderes ocultos?
-Si quieres preguntarme algo, hazlo, no te cortes .- me
dice sin apartar los ojos del partido.
-¿Cada cuánto tiempo tenéis que... alimentaros?
-Cada ocho semanas más o menos, depende del nivel de
tensión y de la actividad que tengamos.
-Pero los colmillos no sólo se os alargan cuando tenéis
hambre ¿Verdad? - le digo recordando la panorámica que me ha ofrecido hace un
rato, cuando le hice daño al tocar su herida.
-También se alargan cuando me pongo agresivo… o cachondo.
De pronto un olor inunda la sala, como a especias, el
olor más maravilloso que he olido en mi vida y a la vez que inhalo fuerte, una
única palabra aparece en mi mente.
Sexo.
El tipo de sexo que se tiene cuando has perdido todas las
inhibiciones. Un olor del todo masculino... macho. El olor sale del vampiro,
sin ninguna duda y eso me hace sentirme mal conmigo mismo. Algo así como si
estuviera jugando con algo muy prohibido. Sucio.
Asiento despacio intentando borrar ese olor de mi mente y
lo que me hace sentir.
-Poseemos mucha más fuerza y rapidez. Te sorprendería lo
rápidos que somos sin tener en cuenta que podemos desaparecer.
-bueno... lo de desaparecer ante las narices de uno, es
de lo más acojonante, pero ¿rápidos? ¿Cómo de rápidos?
Estaba sentado en el sofá, lo juro, pero un aliento y me
encuentro en el suelo con los brazos en cruz y al vampiro encima de mí, con sus
piernas en torno a las mías, su cuerpo encima de mí, sus manos atrapando mis
muñecas Y ¡zas! mis ojos se encuentran con los suyos y todo se para a mi
alrededor. Sólo puedo sentir el peso de su cuerpo contra el mío, el calor que
despide su piel abrasándome las muñecas mientras con la mano que no lleva el
guante me acaricia muy despacio el pulso que empieza a acelerarse en ella. En
mis oídos sólo oigo el latido de mi corazón y en mi cara su respiración
caliente. Está cerca de mí y empieza a agacharse todavía más, hasta que noto el
pelo de su perilla rozándome la oreja.
-Así de rápidos... Butch.
Vuelve a levantar la cabeza y sigue mirándome fijamente.
Sus ojos brillan y yo, que hasta este momento me sentía un poco nervioso con la
situación, ahora estoy a punto de un ataque de nervios.
Miro hacia abajo y mis ojos van desde mi pecho aplastado
contra el suyo, hasta cada una de sus manos, apretadas contra las mías. Para
hablar, necesito aclararme la garganta dos veces, porque parece que haya comido
arena.
-Vale... eres rápido. Ahora... ¿Te importaría...?
Antes de poder acabar la frase, se levanta como un rayo y
se pasa una mano por el pelo, apartándoselo de la cara mientras con la otra no
deja de tocarse el lugar de la herida.
-Oye, me voy a dormir. Tú... puedes hacer lo que quieras.
En un par de horas se pondrá el sol y necesito descansar. Esta mierda de herida
me está jodiendo a base de bien.
Sin más se da media vuelta hacia su habitación, cerrando
la puerta suavemente.
Me quedo mirando la puerta cerrada y al cabo, me doy
cuenta de que todavía estoy tumbado en el suelo, justo como él me dejó.
VISHOUS
Cierro la puerta de mi cuarto y me apoyo en ella, ¿Qué
acabo de hacer? seguramente el pobre se ha llevado un susto de mil demonios tras
mi gran demostración, pero no pude evitarlo y el hecho de llevar entre pecho y
espalda casi una botella entera de Goose, no ha ayudado gran cosa.
Me meto en el baño y me miro al espejo.
Mis ojos todavía brillan y sé por qué lo están haciendo.
Me excité al estar encima de él. Pude sentir como su pulso se desbocó y aunque
me hubiera gustado que fuera por deseo, fue por pánico.
Me saco la camiseta y la tiro al suelo, enfadado conmigo
mismo por casi dejar salir a mi bestia, la bestia que le hubiera agarrado las
muñecas con una sola mano mientras con la otra le arranca la camiseta para
tocar esa piel prohibida y luego bajar a su cinturón, Dios, se lo hubiera
abierto de un tirón arrancando el botón del pantalón mientras mi boca devora la
suya a la fuerza, poseyéndolo, como me enseñaron en el campamento para luego...
Dejo salir un rugido y estampo mi frente en el espejo del
baño, rompiéndolo en mil pedazos. Me vuelvo a mirar y mi reflejo aparece
distorsionado ante mí, como el de un monstruo... que es lo que realmente soy.
La herida se me ha vuelto a abrir.
De los puntos abiertos salen puntos de sangre que se van
haciendo más grandes hasta que forman pequeñas lágrimas que acarician mi pecho,
despacio. Si sigo haciendo el gilipollas, esta maldita herida no cerrará en la
vida, además se está enrojeciendo alrededor como si empezara a infectarse, pero
me importa una mierda. Ahora no tengo ganas de ponerme a desinfectar y coser de
nuevo: ya sanará sola, la muy puta. Salgo del baño notando como el corte que me
he hecho en la frente también está sangrando y baja por el perfil de mi rostro
despacio.
Me acuesto en la cama, mientras espero que el tiempo pase
hasta que anochezca. Intento no quedarme dormido pero por más que lucho contra
el sueño, al final me vence, o mejor dicho, la pesadilla.
"Tengo
frío, mucho frío, estoy tiritando tanto que casi no puedo enfocar la vista. La
negrura me envuelve por completo mientras intento tocar mi cuerpo con las
manos, en una débil súplica por saber qué me está pasando. Estoy desnudo y no
noto nada a mi alrededor, ni suelo, ni aire... tengo un dolor enorme, pero no
es físico, es dolor de pérdida, de estar buscando a alguien que sé que ya no
está... hay sangre en mis manos, sangre de Butch que se desangra entre mis
brazos mientras grito con todas las fuerzas de mis pulmones, porque él no puede
morir... si lo hace, la raza se extinguirá..."
Me despierto con un grito ahogado dando un bote en la cama,
resoplando como un caballo. El cuerpo me tiembla como si estuviera desnudo en
medio del polo norte y aunque aún me cuesta mantenerme en pie, salgo de mi
habitación como un zombi.
BUTCH
Después de estar durante un rato más viendo la tele, me
dirijo a mi cuarto a descansar algo.
Podría cerrar la puerta con cerrojo pero creo que si él
quisiera entrar, un triste cerrojo no lo va a impedir. Me tumbo en la cama a
oscuras mirando el techo sin ver nada en realidad, recordando el momento en que
le tuve encima de mí, mirándome fijamente. Tuve un momento de terror, es
cierto, al darme cuenta de que si quisiera matarme no le costaría ni una gota
de sudor, pero lo que no me gusta es cómo me ha hecho sentir al estar encima de
mí, inmovilizándome con su gran cuerpo caliente. Mierda, no puedo pensar ni en
eso, ni en él, si quiero conservar la poca cordura que me queda.
De pronto oigo como gritos ahogados, que si no me
equivoco, vienen de su cuarto y aunque por un momento estoy tentado a salir a
ver qué pasa, un escalofrío recorre mi espina dorsal, clavándome en el sitio. A
los pocos segundos, vuelve a reinar el silencio.
Me pregunto qué rayos está pasando, cuando la puerta se
abre y la luz procedente del salón, recorta una enorme figura a la entrada de
mi cuarto.
Es él.
V.
Da dos pasos hacia dentro y me siento en la cama de golpe
y juro por Dios que si estuviera tapado con una manta, me la subiría hasta el
pecho, como lo hacen las tiernas vírgenes al ver entrar al oscuro vampiro.
Sólo lleva puestos los pantalones de cuero y aunque no
puedo verle la cara, sé que me está mirando, sin respirar, y yo en el momento
en que le veo, no soy capaz de que mi garganta articule palabra alguna aunque
sea para salvar mi vida.
Noto como toma una fuerte bocanada de aire fuerte y es
como si creciera diez centímetros más. Su figura llena todo el hueco de la
puerta a la vez que el olor especiado que llegó a mí en el salón, vuelve a
llenar mis pulmones de nuevo y empiezo a pensar que ese perfume tiene un
significado cada vez que sale de su piel dorada.
Pero… ¡Me cago en la puta! por favor, Dios, ¿podría
pensar en él sin que pareciera que estoy describiendo una escena de novelucha
de amor ñoña? ¡Joder, ya!
Tras unos segundos conteniendo la respiración, exhala con
lentitud.
En el momento en que habla, el pelo de la nuca se me
eriza.
-Nuestros destinos están unidos por siempre, humano.
Estás... atado a mí.
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